¿Te ha pasado que tienes todas las ganas de que la vida sea hermosa pero, por alguna razón, las situaciones no se dan a tu favor?, ¿Has sentido que te hace falta algo para que las cosas comiencen a ir bien? Aquí te mostramos una excelente forma de dar vuelta esta mala racha
Hace unos meses, una persona de mi familia tenía un terrible problema: quería con todo su corazón y alma iniciar un nuevo camino en pro de su felicidad y, sin embargo, siempre le sucedía algo que arruinaba sus planes, quebrando sus ánimos y devolviéndola a un estado desafortunado.
Siendo sincera, me topo con personas como ella todo el tiempo y su consigna es siempre la misma, o al menos similar, “No basta sólo con las ganas, porque aunque se quiera y trabaje por algo, eso no se realiza. A veces es cosa de suerte y yo no la tengo”. Es ahí cuando mi cabeza me arroja una alarma, puesto que soy de las personas que cree y ha comprobado que la suerte se forja y no llega por azar. Hay algo que estas personas no están incorporando, o mejor dicho, les sobra en su vida y es por eso que las ganas y la dedicación no han sido suficientes para espantar la “Mala racha”.
Debo confesar que yo estuve entre esas personas alguna vez, de hecho, vivía un tanto amargada y esparcía “mala onda” por la vida, sentía que el mundo, y no yo, tenía la culpa de mi fastidio. Reclamaba constantemente contra el transporte público, el gobierno de turno, mi jefa, mi vecina, los taxistas, empresarios, eeeetc. Esta situación cambió cuando, leyendo un libro (Secretos de la Mente Millonaria* de T. Harv Ecker), se recomendaba un práctico ejercicio que puse en práctica y definitivamente cambió mi vida: “Prohibido quejarse”.
Como ya lo habrán adivinado, consistía “simplemente” en no quejarse. El reto era estar durante una semana sin emitir palabra ni pensamiento en tono de queja sobre absolutamente NADA. Entre esas cosas se encuentra también la crítica destructiva, es decir, esa que hacemos porque sí, sin aportarle valor a nadie, como por ejemplo “que fea la corbata de ese transeúnte X” o “que cara dura es esa chica X por llegar tarde”, cuando es algo que no me influye en nada.
Dejar de hacerlo es realmente difícil, ya que manifestarnos contra quién sentimos que lo merece nos sale del alma y, si al compartirlo con los demás se nos da la razón, es como poner un combustible que refuerza y valida este mal hábito.
Como yo ya lo apliqué, les dejaré dos consejos que me ayudaron bastante a no morir en el intento de deshacerme de la queja:
- Al principio será inevitable que fluya, eso es normal, pero no deben desistir. Pasa porque estamos muy [email protected] a consolarnos emitiéndola, ya sea a viva voz o en forma interna. Recomiendo que comiences sencillamente por detectar y hacer consciente el acto, para luego detenerlo y cambiar tu perspectiva.
- Ponte en los zapatos de la persona o entidad que despertó tus ganas de «maldecir», preguntándote por las causas o circunstancias que [email protected] llevaron a actuar o ser como es. Esto puede derivar en que incluso seas más tolerante contigo [email protected] y tus propias acciones.
La “no queja” es una herramienta súper potente porque nos hace dejar de creer que nuestra felicidad depende de otros (quienes supuestamente la estarían arruinando) y nos ayuda a ver que la responsabilidad es nuestra y de nadie más, independiente de las obras de otras personas o las circunstancias. Libera nuestros pensamientos para concentrarnos en lo importante, como por ejemplo, idear la forma de cambiar/mejorar lo que no nos gusta, en lugar de perder el tiempo manifestando nuestro desagrado. Gracias a esto, dejamos de ver problemas y nos concentramos en las oportunidades, entendiendo que los desagravios son parte de la vida, le dan sabor y que somos seres perfectamente capaces de superarlos.
Anímense a llevarlo a cabo, estaría encantada si además me comparten cómo les va.
¡Mucha suerte!
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